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La poesía como ceremonia de resistencia

  • Foto del escritor: Tania Estrada Morales
    Tania Estrada Morales
  • 9 sept
  • 5 Min. de lectura

La curiosidad es ese primer elemento base en el proceso de aprendizaje. De hecho, no se puede ser investigador, sea en ciencias o letras, si no se es curioso. A su vez, la curiosidad es la llave que abre puertas como la atención, la motivación por el aprendizaje y la memoria, focos necesarios, y en los que se organizan las redes neuronales córtico-talámicas base de la conciencia, bajo la cual se ponen en marcha los procesos de aprendizaje y memoria conscientes.


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"Poetas al servicio de las técnicas expresivas" puede entenderse como una invitación a pensar en la fuerza que tienen los poetas cuando sus palabras trascienden la simple belleza estética y se convierten en herramientas para formar, cuestionar, emocionar y transformar.


El psicodrama abre caminos de transformación frente a las crisis actuales.


Escuchar un poema puede ser tan intenso como mirarse en un espejo que no devuelve el rostro, sino la sombra. Eso me sucedió con Ceremonia, de Luciana Erregue-Sacchi. No era solo un texto: fue un eco que me llevó directo a los talleres de psicodrama, donde la palabra y el cuerpo se encuentran en una coreografía inesperada.



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Poema: Ceremonia


Cara a cara nos vemos como esas imágenes espejo de Rorschach. Una ilusión óptica.


Somos copas que se chocan

¿Por quién estamos brindando?


Cara a cara nos vemos y nuestros brazos son columnas y paraguas listos para abrirse y caer ante la más leve tormenta de arena.


Cara a cara nos vemos y nuestras bocas son sauces llorones

entonces nos ponemos al revés

para sonreír

Cara a cara nos vemos y nuestras melenas se enredan hasta transformarnos en Medusa. Miramos atrás

En la misma dirección nos convertimos en piedra.


Luciana Erregue-Sacchi (directora, Laberinto Press)




La poesía, en su aparente fragilidad, es poderosa porque desarma. Y Ceremonia lo hace sin pedir permiso. Nos coloca “cara a cara” como en una prueba de Rorschach: dos imágenes que parecen iguales, pero en realidad revelan lo oculto. Allí, donde la tinta se expande y cada mancha se vuelve interpretación, la voz poética nos enfrenta con nuestras fisuras, con esas grietas que sostienen la crisis social que habitamos.


Las imágenes del poema son espejos en movimiento. Copas que se chocan, brazos que son columnas listas para derrumbarse, bocas que lloran como sauces, nuestras melenas se enredan hasta transformarnos en Medusa, hasta dejarlos convertidos en piedra. Cada metáfora es un gesto corporal, un recordatorio de lo frágiles que somos cuando intentamos sostenernos solos, un retrato de la vulnerabilidad compartida.


En un taller de psicodrama, un poema así no es un adorno: es un disparador. Nos obliga a ver lo que callamos, a reconocer en las imágenes del otro algo propio. Esa es la genialidad de la poesía: incómoda, pero también nos emociona. Nos enseña a pensar con libertad, a sentir sin permiso, a descubrir que la literatura no es un refugio pasivo, sino un territorio vivo.


La ceremonia es más que una metáfora, es un acto de comunión. Nos recuerda que, en medio de la tormenta, aún somos capaces de encontrarnos “cara a cara”, de reconocernos en la fragilidad del otro. Y en ese gesto de reconocimiento mutuo, quizá comience la transformación.


Porque la poesía, cuando se atreve a hablar de lo que incomoda y de lo invisible, se convierte en ceremonia de resistencia. Una ceremonia donde cada palabra es semilla y cada imagen, espejo. Arranca certezas, abre heridas y al mismo tiempo las cura. Una ceremonia que nos dice, sin rodeos, que todavía podemos imaginarnos distintos.


Cuando se pone al servicio del psicodrama, el poeta nos pone a sentir, a imaginar, a ver el mundo desde otras perspectivas. La literatura entonces deja de ser un objeto muerto en los libros para convertirse en un territorio vivo donde conviven la memoria, la crítica y la esperanza.


En muchos de los talleres de psicodrama, un poema puede ser más revolucionario que una consulta de orientación profesional porque abre la puerta a lo personal y lo colectivo al mismo tiempo que se atreve a hablar de lo prohibido, que saca a la luz las emociones adaptativas.


En psicodrama la poesía es una sensación necesaria: despierta conciencias colectivas, enseña a pensar con libertad, es su intensidad el efecto necesario… un llamado a mirar con otros ojos.


El test de Rorschach es un espejo sin cristal, un río oscuro desde el cual la mente se reconoce sin propósito. Allí, en la ambigua danza de las manchas, emergen figuras que no existen en el exterior, sino en el interior. Lo conocido, lo temido, lo expresado en silencio, resuena en cada respuesta como un eco del alma. No es un retrato fijo, sino un resplandor fugaz: revela cómo se percibe el mundo, cómo se alzan sus muros invisibles, cómo la emoción y la razón dialogan en la penumbra del inconsciente. El Rorschach no ofrece certezas, pero abre una ventana: una visión cualitativa y profunda de cómo alguien habita su mundo interior. O como dice la poeta Luciana Erregue-Sacchi, “Cara a cara nos vemos como esas imágenes espejo de Rorschach. Una ilusión óptica”.


En tiempos de crisis social, cuando la realidad parece endurecerse como piedra, los poetas aparecen como agentes expresivos capaces de romper silencios y generar nuevas visiones. La poesía nos desarma, nos pone a cuestionar… interpela.


El poema Ceremonia, de Luciana Erregue-Sacchi, nos enfrenta a esa fuerza subterránea de la palabra poética. La autora nos invita a vernos “cara a cara” como imágenes de una prueba de Rorschach: espejos ambiguos donde lo individual y lo colectivo se confunden. Sus versos usados en un taller de psicodrama tienen ese beneficio de convertir lo íntimo en público, y lo público en íntimo, trazando un puente entre la memoria y sus narrativas corporales. Cada imagen poética funciona como un disparador. Las copas que se chocan, los brazos que son columnas frágiles, las bocas convertidas en sauces llorones, las melenas que se transforman en Medusas: símbolos que muestran lo efímero de nuestros lazos y la violencia latente en nuestras relaciones sociales. La poesía se revela. Nos recuerda que somos estructuras listas para derrumbarse “ante la más leve tormenta de arena”. Tiene un efecto transformador: en lugar de anestesiar, despierta. En el poema Ceremonia, nos damos cuenta de que no todo es proyección.


A veces, lo que molesta está fuera, en el comportamiento real y tangible de los demás.


Conclusiones


Cuando pienso en lo que me dejó este poema, descubro que no lo escuché solo con los oídos, sino también con la piel. Comprendí que la poesía no se limita a la belleza estética: es un acto vivo, que se arriesga a incomodar para abrir caminos. En medio de la crisis, la poesía se convierte en ceremonia de resistencia, y los poetas en mediadores culturales y técnicos de psicodrama, oficiantes de un ritual donde todavía es posible imaginar esperanza.


En este encuentro con Ceremonia, confirmé que crear es conectar con el corazón de los poetas. Que leer o escuchar un poema puede ser el gesto más humano que nos queda para mirarnos de frente, reconocernos vulnerables y aun así seguir creando conexiones conscientes.


En el escenario del psicodrama, la poesía no es solo un recurso: es arte, es consuelo y dirección.


Cuando las letras se sueltan en medio de la representación, se mueve el cuerpo, y en sus versos abre puertas que la memoria había cerrado.


Tania Estrada (Crear es conectar❤)

Psicóloga especialista en Psicopatología / Supervisora Clínica / Autora


 
 
 

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Tania Estrada

Email: tania.estrada.morales @ gmail.com

Estrada Ideas
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